Aduja

«Tal vez lo que te hace grande
no entienda de cómo y por qué.
[…] Tal vez, lo que te hace grande
no sea difícil de ver […]»

Y de repente te das cuenta de que no, no necesitas más de lo que ya tienes. Te tienes a ti y con eso es suficientemente.
Desde que tengo uso de razón he visto en diversas variantes lo que es una vida perfecta; el comportamiento que has de tener, el estilo que has de seguir tanto estéticamente como culturalmente. Han plantado en nosotros la semilla que han querido y la han llamado ‘vida’ e incluso le incluyen un ‘propia’ para hacerlo más tuyo.
Toda la vida creyendo que la vida perfecta sería en pareja, con muchos amigos, una inmensidad de cosas materiales...y lo que necesitas para la vida perfecta te viene dado en ti. Y de repente un día sientes que estar rodeada de tanta gente es simplemente un intento de rellenar un hueco vacío. Un hueco que sólo puedes llenar con amor, amor propio. Y a querernos nadie nos enseña, nos dicen cómo debe ser en amor en pareja pero se les olvida hablar del amor más importante y que mayor prioridad debería tener; el propio. Cómo va a valorarte alguien si ni siquiera tú lo haces, cómo van a quererte como te mereces si ni siquiera crees merecerlo.





En este cuento que es la vida el autor se ha dejado en el tintero los aspectos más importantes y no hay más remedio que salir a por ellos.
Y un buen día entre tanta salida y tanta búsqueda descubres que lo único que quieres y necesitas es ser libre. Ser igual a ese pájaro que viene y va, que a veces se une a la bandada pero otras prefiere volar solo. Ir de aquí para allí y sentir que nada te retiene, que nada me frena.
Y es ahí cuando entiendes que lo mejor es no esperar nada de los demás, porque de ahí vienen las decepciones. Nos empeñamos en esperar y ver si la otra persona actúa del modo que nos gustaría en lugar de tomar cartas en el asunto y actuar nosotros en base a lo que queremos. Y es ahí cuando comprendes que solo debes esperar algo de ti. Superarse o hundirse, pero siempre con valor y con la certeza de que está en tu mano seguir o detenerse. Si has de hundirte hacerlo sola, sin ninguna aduja que te sostenga, porque cuando salgas a flote no necesitarás nada más y te verás como deberías haberlo hecho desde un principio.

«[…] Pero no hay colisión, ni ley ni gravedad
que te pueda hacer caer
aunque tiren a dar.
Y tal vez las paredes ladren
y el techo empiece a correr.
Dirán que cayó el gigante
y un charco se ha abierto a tus pies […]»

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